miércoles, 21 de agosto de 2013

El Transmongoliano

Amigos,

Me decido por la presente a tratar de recuperar este blog de viajes, hazañas, encuentros e inverosímiles, y qué mejor manera de constatar la intención que arrancándome por la última de mis expediciones: el Transmongoliano, acometido en el verano de 2013. Espero ser lo suficientemente constante como para que esta entrada de presentación no sea la única de la saga.


Como mi relato, a la vez que entretenido y entreteniente, aspira a ser instructivo para aquellos que tengan pensado iniciar esta misma ruta, comenzaré por especificar el itinerario seguido y continuar con unos cuantos consejos prácticos para dummies.

Datos básicos
·Componentes de la expedición: dos féminas, en concreto dos féminas españolas de entre 32 y 33 años.
·Tipo de viaje: por nuestra cuenta, con muy poco organizado previamente. Existe la opción de hacerlo en tren privado con todo organizado (revisen el Zarengold o el Golden Eagle). Nosotras no lo hicimos porque, pese a ser hijas legítimas de Tita Cervera y poseer varios cuadros de la colección, decidimos que era mejor tener la libertad de diseñar nuestra propia ruta.
·Sentido seguido: de Pekín a Moscú. Nos convenció eso de ganar horas al día y de que, en principio, la mayoría de la gente siguiera el sentido contrario. No ya por nuestra natural tendencia asocial, sino por la cosa de tener menos jaleo a la hora de conseguir billetes de tren y demás.

Ni se te ocurra subirte al tren sin haberte agenciado una taza
 
 
Itinerario seguido
Día 1: vuelo a Pekin. En mi caso, Zúrich > Pekin; en el otro, Madrid > Pekin via Londres.
Día 2: Pekin
Día 3: Pekin
Día 4: Muralla china
Día 5: Pekin + tren nocturno a Datong
Día 6: llegada muy prontico a Datong y visita de las Cuevas de Yungang y el monasterio colgante de Xuankong Si
Día 7: Tren a Ulan Bator
Día 8: Ulan Bator
Día 9: Tren a Irkutsk
Día 10: Irkutsk
Día 11: Tren a Novosibirsk
Día 12: Novosibirsk y Tomsk
Día 13: Tomsk y tren a Ekaterimburgo
Día 14: Ekaterimburgo
Día 15: Ganina Yama (Ekaterimburgo) y tren a Perm
Día 16: Perm 36 y Khoklovka. Tren a Moscú
Día 17: Moscú
Día 18: Moscú y vuelo de regreso

Teníamos la opción de ir vía Kazan desde Ekaterimburgo, sustituyendo Perm. Para el que le interese, es sencillo: que píe y le mando información.


Consejos prácticos: NO hagas el Transmongoliano (ni el Transiberiano) si...
...te aburres en los trenes
...tienes alergia al polvo
...no sabes estar solo largo, largo rato
...no toleras fácilmente que la gente borde que trabaja en ventanillas rusas de atención al público te perdone la vida por preguntar de dónde sale un tren*
...no soportas el tabaco: cada vagón tiene zonas en las que se puede fumar, y el olor se extiende por todo el recinto.
...no eres paciente con los trámites fronterizos que pueden durar varias horas.
...no te gusta leer. Porque llega un punto en que poco más hay que hacer que volverse loco repitiendo la tabla del siete o leer las obras completas de Benito Pérez Galdós.


*Quisiera hacer notar que no hablo nada de chino ni mongol y no he tenido mayor problema a este respecto. Sí hablo lo suficiente de ruso, y los he tenido todos.

domingo, 4 de abril de 2010

Home & Away

No consigo mantener este blog al día. Dirán ustedes que no tengo disculpa. Diré yo que quizá intentaría tenerla, indicandoles que cada entrada supone un considerable tiempo: olisquear en notas tomadas sobre la marcha, revisar y pasar fotos de un ordenador a otro (el primero de los cuales hace aguas por todas partes ya, el pobre), luchar con una conexión non grata a la que no le gustan las fotos de gran calibre/peso, y etc etc etc. Es cierto, puede que no tenga excusa. Pero qué quieren que les diga: denme ustedes de comer y entonces le pondré música diferente cada media hora a este su blog amigo.

Después de este mea culpa con ascendente de victimismo, permitenme que les hable de la publicación que tuvo la gracia de caer en mis manos en el hotel en el que nos alojamos en Pristina (Hotel Sara, para más señas). La revista en cuestión se llama Home & Away y va dirigida a la horda de funcionarios de la UNMIK, de la UE, de la EULEX y del club de amigos de la jota segoviana que allí habita. En mis manos se encuentra en concreto el nº 3, con un total de 24 páginas, en inglés y a todo color -papel satinado. El director y redactor jefe es un tal Dennis que se parece a un tío que vende colchones en el Teletienda de Antena 3 a eso de las 4 de la mañana, a juzgar por la fotografía.


Voy a ser breve en mi crítica socioliteraria a Home & Away: se trata de una publicación deleznable. A grandes rasgos, cómo les diría yo... es una revista donde parte de esta horda de funcionarios de alto standing vierten su ansiedad y frustración por vivir en lo que efectivamente es un entorno de mierda, con la particularidad de que, en su vertido, optan por ridiculizar el destino y sus gentes asumiendo el ya muy trasnochado papel de soy Hernán Cortés y vengo aquí a traerte la cultura, salvaje de las narices.
Esta actitud, cómo les diría yo... me repatea en los higadillos, principalmente por la cobardía que pretende esconder. Se le olvida a la elite onuera que nadie les ha puesto una pistola en la boca para ir allí, sino muchos dígitos en la nómina de este destino que ellos no sólo han aceptado gustosos sino que han priorizado en su agenda. Se les olvida también que la solución es tan secilla como irse, si tan mal están. Y se les olvida también que los cortes de luz de los que tan sarcásticamente se quejan en su revista no se deben a los salvajes en sí, sino a las bombas que han lanzado sus predecesores -y a la escoria a la que han permitido instalarse en los escaños después-.

En fin. Uno de los artículos relata con una mezcla de ironía y satisfacción la inactividad del servicio público en Kosovo, entre los que él se encuentra y que, por supuesto, paga la plebe como usté que me lee o como yo. El siguiente artículo versa sobre unas vacaciones a Turquía que uno de los redactores se ha permitido con gran ilusión, y lo desagradable que le ha resultado encontrarse el hotel lleno de nuevos ricos rusos gordos -y lo desgradables que resultan asimismo esos turcos, el pobre hombre pensaba que lo iban a llevar a un gulag cuando en realidad se trataba de una camioneta de transporte de turistas! La página siguiente son anuncios diversos (de empresas de "seguridad", productoras, etc), a la que siguen las páginas de consejo financiero y cuestiones relativas a la bolsa y las propiedades, tras lo cual aparecen los chistes verdes de follarse tías y ridiculizar francesas y, por último, el listado de restaurantes y discotecas "expat friendly" -que solidariamente habrán contribuido a sufragar los costes de la revista, supongo, ya que es de distribución gratuita-.

Sin embargo, de entre todas las cosas, lo que más me sorprende es un "quiz" o concurso que hay al final de las páginas, con el que se puede ganar una cena para dos en uno de los "restaurantes que participan en la promoción". Y lo que me sorprende son las preguntas, equivalentes a mi juicio a esas de los programas nocturnos en los que una atractiva rubia de voz estridente invita a los telespectadores a llamar al 806 XXX XXX si conocen la respuesta a "qué palabra es la que buscamos se trata de una fruta de color verde empieza por P termina por A tiene cuatro letras y la da el peral cuál es cuál es cuál essss???!!!!" Pero no me sorprende porque piense que el concurso tendría que ser difícil. Me sorprende porque yo me sentiría muy insultada si hubiera llegado a Kosovo con una misión de la UNMIK y me preguntaran "What do the initials of KFOR stand for?" o "What was Milosevic's first name (ex-president of Yugoslavia)?" (aquí es el paréntesis lo que llama a la carcajada).
Claro que también puede ser que yo tenga a la ONU, a la UE y a todo su séquito muy idealizado, y que en realidad el que acaba ahí sea el mismo garrulo que podía perfectamente haber acabado en el mostrador del ambulatorio de mi barrio y que, a fin de darse la importancia de la que se sabe no poseedor, concede las horas de consulta del podólogo como si de una audiencia ministerial se tratara.

jueves, 31 de diciembre de 2009

Pristina en la Circle Line

La llegada a Pristina está precedida por el paso frente a una inmensa base británica de la KFOR con su bandera y su todo. Déjenme comentarles llegado el caso la diferencia entre dos de los acrónimos más habituales de por esos lares: la UNMIK y la KFOR. La primera hace referencia a la misión de la ONU, la segunda, a la misión de la OTAN. Que aunque a oídos del profano ya haya llegado a sonar casi idéntico por acción y efecto de la terrible calidad de los informativos españoles y la prensa en general, ni son lo mismo, ni son igual.

Volviendo al asunto que nos ocupa: Pristina es una Novi Pazar a lo bestia y en versión caos. El tráfico indisciplinado y la contaminación son el latido de la ciudad. Los flamantes edificios de la Unión Europea (foto de la derecha) y las verjas que los circundan conviven con los contrabandistas que trapichean con tabaco y con teléfonos móviles. Deambulamos por la urbe a bordo de un taxi (la estación de autobuses, sita al final de la avenida Bill Clinton, está considerablemente lejos de la ciudad en sí), llegamos al hotel donde decidimos alojarnos. 35 euros la habitación. No pasa nada porque esté roto el tubo de la cisterna, ¿ve usted?, lo aprieta contra la cañería cuando carga y listo. Estos occidentales se han creído que pueden venir aquí y pagar porque las cosas funcionen, ¡no te jode! (parece pensar la señora de la limpieza).

Esa tarde, damos un paseo por lo que en mi pueblo llaman "calle Mayor", que es una calle ancha y peatonal alrededor de la cual serpentean como telaraña las calles que conforman Pristina. En un centro comercial-zona de exposiciones, coronado con la foto de otro ilustre guerrillero y cuya entrada advierte de que no se debe acceder con armas, nos tomamos un café. Intento pagar. El camarero no me hace ni caso. Ya por fin consigo llamar su atención. Viene. "We just wanted to pay", le digo. Continúa sin mirarme. Se retira, y vuelve al poco con la cuenta, que deja frente a la vista de El que me acompaña.
Esta es sólo la primera vez que me topo tan de frente con lo que en este trozo de tierra parece ser costumbre, y es que las mujeres, observo, sirven para ponerse tacones de 8 centímetros, pintarse mucho e ir en grupos de amigas, pero no para interactuar habiendo un hombre que va con ellas. A lo largo de los días tendré ocasión de constatar el hecho y no dejar lugar a la duda (y comprobar, para mi soberbia sorpresa, que es comportamiento especialmente difundido entre los jóvenes más que entre los adultos).

Me pregunto si esta será la diferencia kosovar. Déjenme que les cuente mi teoría: mi teoría es que un pueblo que ha sido el mismo país durante 50 años (o más) no puede convertirse en países inherentemente distintos de un día para otro. Así que la única forma que tienen bosnios, croatas, serbios et alteres de conseguirlo es subrayar las escasísimas diferencias. Así, los croatas se sacaron de la manga palabras dialectales que se usaban en el siglo XVI. Los serbios, el mea culpa de la historia. Y todos ellos, la enfatización de la religión (esa misma de la que nadie se acordaba desde hacía dos generaciones).
Me pregunto pues si lo que hace diferentes a los kosovares es esto. Esta sublimación del islam (del islam más oportunista, añado) que, cual catolicismo trasnochado, te convierte en material de segunda B al ser ente carente de pene.

En fin. Tras el café, emergemos de nuevo a la arteria principal de Pristina. Al final de ésta, se encuentra el hotel más caro de la ciudad, más caro que el Hilton en época bélica: el Grand Hotel.
El Grand también tiene su Historia, pues durante la guerra era aquí donde los periodistas se alojaban. En él, en esa tierra de nadie en que un zona se convierte en los días posteriores al fin de una guerra y hasta que la cosa se estabiliza, ocurrió de todo: violaciones en los pasillos, tráfico de armas en las habitaciones... Dirán ustedes que cómo lo sé yo, si yo no estuve allí. Y tendrán razón: no lo sé. He de fiarme (o no) del testimonio de alguien que sí estuvo: el corresponsal de una de nuestras cadenas de televisión, al que, por vicisitudes, resulto conocer. Y sí: elijo fiarme. Sobre todo, porque no se me antoja el hecho ni tan descabellado ni tan excepcional, dadas las condiciones. Qué poca fé tengo en el género humano, dirán ustedes. Y de nuevo, tendrán razón.

Esa Pristina de violaciones y zambombazos ha terminado para dar lugar ahora a una nueva Pristina, caracterizada por la cohabitación de los contrabandistas ya citados, los nichos-mausoleo de los guerrilleros del UCK y los funcionarios de todos los organismos internacionales imaginables y posibles, sobre todo los de la ONU y la UE. Éstos se caracterizan por llevar 4x4 de últimas generación y lunas tintadas y matricular a sus hijos en la American School of Kosova ("It is the only accredited educational institution in Kosova, since 2005!", como reza su anuncio en la publicación "Home and Away" dirigida a estos mismos funcionarios o guiris recién llegados y en vías de serlo y que nosotros recibimos en el hotel (publicación que, ñado, merece crónica aparte). Sí, por la cara que ha puesto el recepcionista, no le acaba de convencer lo de que seamos meros turistas.

Volvamos a los funcionarios europeos y europeístas. Los funcionarios también tienen a su disposición restaurantes como el Ex, en el centro de la ciudad, donde los camareros te llenan la copa continuamente, te cambian el tipo de pan según platos y, en fin, hacen que Sir George Kemp no tenga que echar en falta Knightsbridge para nada. Y además, al módico precio de 9 euros el plato de salmón ("recién traído de Italia", nos informa el metre, que nos ha mirado un poco raro al vernos entrar con nuestro aspecto de livingstones y sin la habitual corbata). Los 20 euros por los que nos sale la cena a los dos no significan absolutamente nada para Sir George Kemp, y significan una amplia parte del salario de esos camareros. Cuadno creíamos no obstante que ya todo estaba perdido, el metre pone la nota de color. Me pregunta si quiero llevarme lo que me ha sobrado en un tupper. George, esto no te lo dicen en Knightsbridge, ¿eh, campeón?


(fotos de los muertos y desaparecidos durante la guerra, pegadas en la verja de la sede de la UE)

jueves, 17 de diciembre de 2009

Humilde decálogo del polemólogo yugoslavo

Me he dado cuenta de que llevo un rato hablando de kosovares albanos y serbios, UCKs, tanques y UNMIKs, y que quizá convenga, en un pequeño paréntesis, clarificar qué coño es todo eso, a fin de que se paseen ustedes más por estas líneas como Pedro por su casa, y no que cada párrafo suponga un esfuerzo similar a calcular la raíz cuadrada de doce números primos sumados entre sí.

Por ello, encuentren aquí debajo el PEQUEÑO DECÁLOGO DEL BUEN POLEMÓLOGO AFICIONADO, a grandes rasgos. Sobre el que, insisto aunque bien claro lo ponga en la página principal de este blog, pesa la más absoluta subjetividad. No vaya a ser que a algún prooccidental irreprimido le haya ocurrido la fatalidad de acabar en estas páginas y se vaya a ir el hombre con una crispación del quince.
Bueno, en fin, allá vamos.

ALBANOS VERSUS SERBIOS: Los albanos son unos señores que viven allá abajo a mano izquierda, los serbios son unos señores que viven allá abajo a mano dercha. Tienen por costumbre darse de hostias a lo largo de los siglos, rodeados por otros pueblos que, también se han ido dando de hostias a lo largo de los siglos. Estas hostias se han hecho claramente patentes en las zonas fronterizas de abajo a mano izquierda y abajo a mano derecha, que según han ido pasando de unos a otros, han ido repoblando a fin de afianzarse en el terruño. Un poco como el saquito del dinero que le dan a uno si es judío, puede probarlo, y decide instalarse en Israel. Este repoblamiento transcenturial explica por qué a la derecha de Croacia hay serbios (en la Krajina, antiguos guerreros allí enviados para defender el nuevo trozo de terreno), por qué en Kosovo están esos dos presentes, y por qué la hoy Bosnia-Herzegovina consta de semejante conglomerado (¿quién le manda estar en medio?). Y por qué en Eslovenia apenas hubo hostias: esos no están en medio de nada, sino al sur de otra entidad muy bien formada y cohesionada.

BANDERAS ALBANAS VERSUS BANDERAS KOSOVARES: ¿Por qué en Kosovo hay tanta bandera albana, y no banderas kosovares como tal?
Los albanokosovares de Kosovo se consideran una parte escindida a la fuerza de Albania, en lo que el romanticismo popular más en boga en otras época llama "La Gran Albania". Cuando empezaron los tiros, los albanokosovares se dedicaron a marcar identidad como el que mea árboles mediante la bandera albana como tal, la del país vecino: una bandera roja con un águila bicéfala en medio.
Como lo de la Gran Albania se veía desde el principio que no iba a colar frente a la occidentalidad, hubo que buscar otra opción. Pero no la había. Así que hasta que un señor con piernas se inventó la bandera de Kosovo (una silueta del terruño en dorado sobre fondo azul con seis estrellas encima, en parecidos tonos a la de Bosnia, añado), pues siguieron colocando banderas albanas que era lo que había a mano y, de paso, molaba.
Sobre por qué hoy por hoy las banderas albanas no han sido sustituidas por otras kosovares de última tendencia, hay diversas corrientes de opinión. La que yo defiendo es que la sustitución supone un esfuerzo de sube, quita la bandera, pon esta otra y vuelve a izar que el albanokosovar, hombre creado para la vida contemplativa desde las terrazas de los bares, no está dispuesto a realizar.
Lo que también podría explicar por qué en Moscú los símbolos comunistas sobreviven en lo alto de los edificios, pese a la fiebre mercantil radical.

El UCK: el UCK es un grupo de señores que, hartos de que Milosevic sufragara a la etnia serbia de la zona y a ellos les dejara morirse de hambre con todos los que son, y encima les tocara las narices, pusieron una foto del subcomandante Marcos en el bar del pueblo, se hicieron con un par de kalashnikovs y se liaron a tiros para defender a su gente. Con el tiempo llegaron las bombas occidentales a echar una mano y entonces vieron que molaba lo de tocar las narices al otro, y uno de ellos, que era un poquito pirómano, instauró la moda de quemar casas, cerdos y sobre todo iglesias, que con toda la madera que tienen, arden pero bien. Cuando las bombas occidentales obraron por fin el milagro y Milosevic y su caudrilla tuvieron que irse a su casa con el rabo entre las piernas, parte de los integrantes del UCK se pasaron a la política. Algunos tenían orden internacional de búsqueda y captura como sus compis serbios, pero sabían que habían ganado y que a los dos días los soltaban. Y se hicieron ministros.
Otros, que le habían cogido gusto al kalashnikov y veían por él colmadas sus ansias laborales, emigraron a España y otros países y se dedicaron a localizar joseluises moreno que les invitaran a unas cañas. Otros decidieron quedarse en su casa y darse al contrabando de rifles y estupefacientes. A fin de cuentas, su primo era ministro.

EL FUTURO DE KOSOVO: hay sesudos estudios que se hicieron al finalizar la guerra, en los que se pretendía dilucidar viabilidades posibles para ese cacho de tierra. Estos estudios venían avalados por la necesidad moral de encontrar un paraqué a todo lo ocurrido, y por la necesidad moral de buscar una buena excusa frente a la internacionalidá. Los estudios vinieron acompañados de una cierta sumita de dólares (y euros, que a fin de cuentas, es la moneda oficial de la zona) que los países invertían para ver si podían obrar de nuevo el milagro y echar eso p'alante.
Tuve ocasión, hace unos meses, de conocer y charlar con uno de los gurús que había elaborado uno de esos estudios. Hoy por hoy, unos cauntos años después, nuestro análisis era el mismo:
-Kosovo no tiene agricultura
-Kosovo no tiene industria
-Kosovo no ha invertido nada de ese dinero en producir algo de lo anterior
-Kosovo sólo tiene unas minas de las que se vanagloria que hoy por hoy sería como decir que España puede vivir de puta madre con las minas asturianas (sólo que las suyas producen menos aún).
-Kosovo vive delcontrabando de toda suerte de cosas (los que viven)
-Kosovo tiene una preocupante tasa de población joven, con un altísimo porcentaje de paro.
-Conclusión: Kosovo sólo puede sobrevivir si continúa siendo un protectorado de por vida. Pero parece que la UE no está por la labor. Eso sólo deja a EEUU al frente del chiringo. Y bien mirado, ¿por qué incomodarte la existencia con cautelosos tratados europeos sobre bases militares, si puedes comprarte un país entero? Vamos, yo, si fuera ellos, lo tendría claro.

EL PRESENTE DE KOSOVO: Kosovo es un sitio donde las chicas llevan tacones muy altos y mucho maquillaje, pero jamás se sientan en una terraza si no van acompañdas de sus novios. Es también un sitio decorado por avenidas de Bill Clinton y cuadros de USA I love you en cada pared que se preste. Es un lugar donde siempre mirarán a los ojos al señor que te acompaña auqnue seas tú quien paga la factura del hotel. Y es también un lugar donde, pese a todo, hay todoacien de chinos.
Kosovo es un misterio donde, 10 años después, los barrios serbios, abandonados y fantasmagóricos, se mantienen chamuscados como el primer día. Es un lugar donde conviven una Escuela Norteamericana y niños sin escolarizar que revolotean por las granjas. Es un área con publicaciones para personal de la ONU que incluyen un espacio de humor sobre el "país" y sus gentes.
Kosovo es, disculpen que me exprese así, el absurdo más grande en el que yo he tenido ocasión de encontrarme.

sábado, 31 de octubre de 2009

Kosovo, ese concepto

Ha llegado el momento. Hoy nos vamos a Kosovo. Si nos dejan.

Goran ha cumplido su palabra y a las 07:30 estaba como un pincel en la puerta de nuestro hotel para darnos el comprobante de cancelación del cargo de alquiler del coche. Con su enorme sonrisa de vendedor de enciclopedias, nos desea buen viaje y se despide. Ni un resquicio en la mirada que permita relacionarlo con una conversación como la del día anterior. No sé si es que la vida sigue y punto, o que no hay más remedio que siga.

El caso es que nosotros llegamos a la estación de autobuses con ánimo de acabar en Pristina. Pero va a ser que no. La señora de la ventanilla nos dedica su más estándar cara de póker y nos indica que no hay autobuses a Pristina. Lo más lejos que se puede llegar es a Mitrovica, la primera ciudad "grande" ya dentro de zona kosovar (y una de los pocos municipios a los que se les puede efectivamente llamar "ciudad" y no "aldea"), donde la mitad norte es zona serbia, y la mitad sur, albanesa, ambas mitades dividas por el río Sitnica. "¿Y desde allí hay autobuses a Pristina?". Hace gesto de "no lo sé, aquí en Serbia ya no podemos saber nada de Kosovo", y huele a que se guarda detrás de la oreja un "entre otras cosas por vuestra culpa, occidentales de los cojones, así que ahora no vengas a preguntarme".
Bueno. Yo he hecho los deberes y me da que el norte de Mitrovica va a estar aún más aislado de lo demás que esto, así que, como sé que desde Novi Pazar sí hay autobuses a Pristina, decidimos comprar el billete allí y después, buscarnos la vida. Y así lo hacemos.

Dejenme que les explique brevemente el atlas de geografía (in)humano de la zona:


Ver mapa más grande

La línea de puntos que ven es la frontera entre Serbia y Kosovo. Imagino que los puntos que Google le aplica se deben a que algunos países lo reconozcan independiente, y otros lo sigan entendiendo como una provincia serbia más.
Serbia es, principalmente, de religión ortodoxa. En Kosovo, el 85% de la población, que es de origen albano allende los siglos ("albanokosovares", pues) son de religión musulmana. La mayoría del 15% restante, los que viven en las "zonas serbias", son serbokosovares, ergo ortodoxos.
Ahora bien: en el sur de Serbia y hacia la frontera con Bosnia en el oeste, la población, si bien de etnia 100% serbia y no de origen albano (como pueblo y cultura), es de religión musulmana. Esto se debe a las idas y venidas que la historia desarrolla en cada país del mundo con las fronteras que vienen y van (sobre todo en una zona como los Balcanes, que fue la frontera entre el cristianismo y el islam durante siglos, entre el imperio otomano y Austria-Hungría, Bizancio y tantos otros...), y a esto se debe que, en ese sur de Serbia de población serbia y religión mayoritariamente musulmana, no haya habido movida bélica: porque como etnia (esto es, como pueblo, como tono de piel, y sobre todo como valores culturales), ellos son 100% serbios. Al margen de que recen o no cinco veces al día a un señor distinto del que recen los otros. Pues bien: la mayor ciudad de esta zona de la que hablamos en Novi Pazar.

Novi Pazar es un anticipo de lo que uno va a encontrarse si sigue hacia el sur, hacia Kosovo. Es la zona menos "europea" de Serbia, es la zona más "occidental" de la musulmanidad. Es un caos de coches y contaminación y hombres que toman tés en las terrazas pero no así mujeres y cuando uno está allí no puede siquiera imaginar que eso vaya a ser lo más unioneuropeizado que vea en lo sucesivo.

Un par de horas después, efectivamente, sale un autobús a Pristina, así que tras nuestro paseo por la ciudad y por nuestro asombro, subimos en el vehículo y nos acomodamos entre la incertidumbre de no saber si conseguiremos llegar a Pristina o nos harán dar la vuelta antes en algún control.

El primer control al que llegamos está justo en la frontera de Kosovo por la carretera hacia Mitrovica. Es un control de la UNMIK, concretamente de los suecos, y cuál sería nuestra sorpresa y decepción cuando vemos que el autobús para, el sueco levanta un poco el ojo desde fuera, y a continuación se hace el ídem. El autobús sigue sin mayor inconveniente.
Qué decepción.
Qué decepción y, a su vez, qué nueva incertidumbre. Estamos en Kosovo. Y no tenemos sello que lo diga en el pasaporte. Hemos entrado por el norte, zona serbia de Kosovo y no albana. Como ellos no se consideran escindidos, no hay sello de país que valga: seguimos estando "en Serbia". Pero tenemos que salir dentro de unos días por el sur, hacia Macedonia: zona albana y no serbia. Y como esos sí se consideran escindidos, no sé qué vamos a hacer para explicar por qué no tenemos sello de haber entrado legalmente en su "país". Ay, qué ensalada.

El bus va avanzando. Atravesamos la primera ciudad-pueblo: Leposavic. Hay una catedral ortodoxa y todo está lleno de banderas serbias en calles y casas. Al llegar a Mitrovica, lo primero que se ve es una enorme bandera serbia en lo alto del monte (lo que me recuerda a la enorme cruz católica que rige el monte de Mostar de zona croata frente al valle musulmán). En Mitrovica, frontera "real" de las dos locuras, hay otro control de la UNMIK. Atravesamos el puente del río que, sólo unos meses después, verían todos ustedes en las noticias, cuando, al declararse independiente el parlamento kosovar, en Mitrovica se formó una auténtica batalla campal con varios muertos y heridos, entre otros, a bote pronto, recuerdo a un policía de la misión de la ONU (UNMIK) ucraniano, que fue de los primeros.
En Mitrovica se respira tensión, aunque uno no salga del autobús (muy a mi pesar, no para). Y no hace falta más que cruzar el puente para que la historia figure a la inversa: son ahora las banderas albanesas las que ondean por todas partes (y hablo de banderas albanesas, albanesas de Albania, no albanokosovares de Kosovo, pero esto habrá que dejarlo para otro capítulo). A la salida de Mitrovica, ya 100% en territorio albanokosovar, se nos aparecen lo que será una constante a lo largo de todo el viaje por esta tierra: tumbas-mausoleos de los guerrilleros del UCK ("Ejército de Liberación de Kosovo") a los lados de las carreteras, y una selectiva colección de casas quemadas que contrastan con los carteles de "Welcome" que coronan la entrada a algunos pueblos.

Me pregunto con qué ojos mirarán esto que yo veo mis compañeros del autobús. La mujer de delante va mirando por la ventanilla mientras de forma casi inconsciente va negando con la cabeza. No sé si lo que piensa es "dios mío qué asco" o "dios mío qué vergüenza", pero desde luego se advierte que no lo está pasando bien.

Los puestos de la UNMIK y de la KFOR (fuerzas de la OTAN) se van sucediendo como gotas esparcidas por aspersión por todo el territorio kosovar. A diferencia de Bosnia, aquí no son sólo ya misiones de carácter civil, sino también militar. Lo que se ven son bases militares, con militares dentro, con tanques que pasean por la carretera (nos acabamos de cruzar con uno), con vehículos blindados, con armas y soldados que llevan ya allí la friolera de 10 años. Porque esta guerra sucedió hace diez años, diez años ya. Acabamos de pasar una base UNMIK de los Emiratos Árabes Unidos. Justo antes de un letrero en el que se lee "pueblo del sultanato de Omán".

Y así vamos transitando entre tumbas y banderas hasta que llegamos a Pristina, ese monstruo inviable, ese absurdo imponente, esa cortina de humo que no sé cómo harán para que no acabe disipándose.


(29 de septiembre de 2008)

sábado, 15 de agosto de 2009

Goran

Me quedo pensando en esos refugiados que, 10 años después, siguen en el limbo antes mentado. No sé muy bien qué se sentirá sin ser bienvenido en ninguna parte. Los refugiados serbokosovares (o serbocroatas, o serbobosnios, o todos aquellos procedentes de una guerra perdida) no son bienvenidos en Kosovo, pero tampoco son bienvenidos en Serbia. Para gran parte de los serbios, socialmente suponen un pueblo más parecido a los albanos en sus formas y costumbres que a los serbios en sí. Pero para casi toda la población, suponen ante todo un lastre económico. 10 años después, queda muy poco nacionalismo al que agarrarse. Son más bien el recuerdo de la guerra perdida, la fístula que le escuece a Serbia porque no sabe qué hacer con ellos, y no sabe qué hacer consigo misma. Para la población serbia, son una carga mal avenida que eleva la tasa de paro, que se lleva en su condición de refugiados un pan que consideran no les pertenece, una masa que vive de ellos, ellos, que mandaron a luchar a sus hijos por esa masa (y los perdieron). Y a mí no deja de resultarme curioso que esos nacionalismos, lo suficientemente poderosos como para acabar con un país como Yugoslavia, ahora hayan salido escopetados de la mentalidad de los perdedores. Ya no hay una Gran Serbia a la que aferrarse. Y una vez más, el amor saltó por la ventana cuando la miseria entró por la puerta.

Sumida en estos pensamientos estoy cuando entramos en Kraljevo, y nos dirigimos al punto de encuentro para dejar el coche. Goran, el contacto de la agencia de alquiler en esta ciudad, aparece calle abajo, muy simpático y servicial. Entramos en la oficina, iniciamos el papeleo, nos disponemos a pagar, el datáfono no funciona bien. Hay que llamar a Belgrado. Pero es de noche, domingo, y no hay nadie. Vamos a volver a intentarlo.

Llevamos unos cinco minutos en ello. Goran, para entretener la espera, nos pregunta qué tal nuestro viaje, por dónde hemos ido, etc etc. Yo decido tentar la suerte. Le comento la intención que teníamos de ir a Kosovo con el coche, pero que nos recomendaron no hacerlo por la matrícula eminentemente serbia. Goran nos responde vagamente. Pero me ha salido bien la treta, porque entre la vaguedad, Goran se va soltando y acaba hablando de Kosovo. Y por extensión, de las diferentes guerras y de la situación actual.

Se yergue en ejemplo prototípico de lo que la opinión pública serbia defiende. Que los serbios tienen su parte de culpa, por supuesto, pero que definitivamente no han sido tratados igual, no se ha aplicado el mismo rasero a los criminales de un lado y de otro. Que no ha habido justicia para todos. Que en el extranjero se ignoran muchas cosas. Que la matanza de Srbrenica, cuya enarbolada cifra de 7000 muertos pone en duda, fue una represalia a una matanza previa, a 15 kilómetros de allí, en un enclave serbio, de 3000 personas, por parte de las fuerzas bosnio-musulmanas. Pero que de eso en occidente no se habla, no se sabe, no se ha dicho. Que en Serbia se hacen cosas, se dan pasos, para estar más cerca de la UE, pero que la UE siempre pide más. Que para la UE, nunca es suficiente. Que la UE nunca hace concesiones a Serbia. Que la UE parece no darse cuenta de las dificultades que supone todos los pasos que se dan: por economía, por un orgullo nacional aún dolido... Todas las detenciones, todas las humillaciones, todas las tensiones internas. En este punto, a Goran se le dilata la pupila. Parece haberse dado cuenta, de repente, de que no sabe con quién está hablando. Que está largando afablemente como si estuviera con un compañero del instituto y yo puedo ser periodista, o funcionaria de la UE, o trabajar en una ONG pro kosovar, o vaya usted a saber qué. Todas estas reflexiones parecen pasear por la cabeza de Goran en ese escaso segundo que dura su dilatación de pupila. Como por arte de magia, Goran vuelve en ese momento a transformarse en el afable oficinista de vehículos de alquiler y, con una sonrisa enorme pero cierta prisa, nos comenta que, puesto que la cosa del datáfono no parece arreglarse, mañana mismo, que ya es lunes, a las 7:30 de la mañana que nosotros vamos a dejar nuestro hotel, estará en él para entregarnos el recibo y solucionarlo. La impronta de la picaresca de mi tierra me hace mirar con recelo. Pero me decido a confiar. Entretanto, sigo admirada por haber conseguido que este señor se soltara la lengua como quien no quiere la cosa, y consternada a la vez porque la conversación con toques de entrevista no haya durado más.

Nos marchamos de la oficina hacia el hotel. Cenamos en un lugar llamado Goldy's, 400 dinares, una suerte de McDonald's a lo balcánico. Para mi sorpresa, Goran aparece efectivamente el día siguiente en el hotel a las 7:30, mientras estamos desayunando. Impoluto con su traje y su sonrisa, nos da el recibo. Se le nota con prisa. Y yo no puedo culparlo. Entiendo que no se fíe ni de su madre. Claro, Goran, es que nunca se juzga a los ganadores de un conflicto.

sábado, 23 de mayo de 2009

Día 9: La industria del metal

Ya es por la mañana y al monasterio de Studenica van llegando los turistas y los fieles. Nosotros nos unimos a ellos guiados por Ladislao, nuestro perro sherpa amante de los gusanitos que, si bien la noche anterior nos ladró como un poseso al llegar al hotel, hoy ha decidido hacerse nuestro amigo.

El monasterio de Studenica es uno de los más turísticos de Serbia y también uno de los más importantes dentro de la fe ortodoxa eslava. Es también muy representativo desde el punto de vista artístico. Conserva muy bien no sólo la iglesia, restaurada, sino también el resto de las dependencias del monasterio (algo que no ocurre con la mayoría de los monasterios que quedan en pie), y los monjes siguen habitando entre sus muros.

Tras la visita del mismo, y después de habernos despedido de Ladislao, continuamos hacia el norte en nuestra procesión particular. Nos dirigimos hacia Kraljevo, donde visitaremos otro monasterio más (el de Zica, muy bien conservado y restaurado en cada pequeño detalle, que cuenta con la particularidad de tener la paredes pintadas de rojo). Kraljevo será también el destino de nuestro coche: a partir de allí, seguiremos a pie y en el transporte que, imbuidos de tanto aura monacal, dios nos dé a entender.

En la carretera de Studenica a Kraljevo se respira un aire mortuorio. Tiene una especial concentración de placas-obituario que recuerdan a la gente fallecida en ella en un mal accidente de coche. Como colofón final, nos topamos con un entierro. La comitiva funeraria la encabeza un niño que porta una cruz, tras la cual van todos los familiares y alegados andando, por la carretera. El ataud lo porta un tractor.

Una vez visitado el monasterio de Zica, decididmos que aún tenemos tiempo suficiente para llegar hasta Kragujevac.
Era esta una de las principales ciudades en la Serbia yugoslava y posiblemente de las más ricas, hasta que llegaron primero las sanciones económicas y después los bombardeos de la OTAN al buque insignia de la nación: la fábrica automovilística Zastava, productora de los yugo, que acabó de finiquitar lo que ya había empezado a decaer, convirtiendo a Kragujevac en una ciudad fantasma con uno de los índices de paro más altos del país.
Durante nuestra visita, la fábrica seguía bajo mínimos, pero justo unos días después, ya en Macedonia, nos enteramos de que Fiat acababa de firmar un acuerdo para comprar Zastava, para gozo de la población de Kraljevo, que aspira a ser lo que fue. Aunque parece que con la actual crisis cebandose especialmente en el sector del automóvil, la recuperación de Zastava no va viento en popa precisamente.

El caso es que yo, para mi sorpresa, acabo topandome con una ciudad que me gusta. Me resulta agradable. Comemos, muy barato y bien, en un restaurante que me recuerda un tanto a los comedores sociales polacos, y en el que la camarera es incluso capaz de reconocer con una sonrisa nuestro torpe dibujo de un calamar (nuestro serbocroata no ha mejorado tanto en estos días como para haber aprendido a decir "calamar"). Siguiendo con nuestras interactuaciones con los aborígenes, una abuelilla trata de invitarnos por todos los medios a que entremos en el monasterio local en el que se está celebrando una misa. La comunicación es casi inviable y al final nos deja por imposibles, con cierta cara de lástima. Igual es como Avon, y si llevan fieles, les absuelven doble.

Ya de camino a Kraljevo, regresamos por la carretera de Knic, que pasa sobre un gran lago al estilo de los diques holandeses (aunque con menos pretensiones). Nuestra última referencia antes de aparcar en Kraljevo para aparcar el coche será Adrani, uno de los asentamientos para refugiados serbokosovares en el que hoy por hoy, 10 años después del fin de la guerra, siguen viviendo, en esa especie de limbo social, jurídico y mental consistente en no saber dónde caerse muerto.


[Hoy está siendo domingo, 28 de septiembre de 2008]